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Cultura

Narra monólogo la vida de cuatro mujeres en Por temor a que cantemos libres

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Esta puesta en escena encuentra sus múltiples voces en la actriz Lizeth Rondero, con dramaturgia de Felipe Rodríguez, bajo la dirección de Nora Mannek.

Redacción

Una cantante contará la historia de cuatro maravillosas mujeres, tachadas de “locas” y encerradas en la lóbrega fantasía de cómo ser mujer. Cuatro monólogos, con canciones al piano, que servirán para narrar sus cautiverios, donde “elegir otro modo de ser” es la única forma de libertad posible.

Por temor a que cantemos libres es un espectáculo unipersonal de la compañía Teatro de los Sótanos que hace un recuento de la opresión social hacia las mujeres en distintas épocas de la historia mexicana.

En el marco de la estrategia #VolverAVerte de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), este montaje ofrecerá cuatro funciones en la Sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque (CCB), del 21 al 24 de julio, jueves y viernes a las 20:00, sábado a las 19:00 y domingo a las 18:00 horas.

Esta puesta en escena encuentra sus múltiples voces en la actriz Lizeth Rondero, con dramaturgia de Felipe Rodríguez, bajo la dirección de Nora Mannek.

En entrevista, la intérprete Lizeth Rondero comentó:

“Darle voz a las historias que cuenta la obra significa la posibilidad de visibilizar y compartir con el público una serie de historias de lucha de mujeres que trascendieron porque modificaron radicalmente su estructura de pensamiento. Los casos que presento son de mujeres que se dieron cuenta de que son seres humanos; y como seres humanos la libertad que tienen es intrínseca. Así que los mandatos y cercos sociales, el deber ser que se les exigía, que las aprisionaba y que les impedía ser, eran contextos y circunstancias que eran necesarias romper y dejar de lado”.

La versión para esta breve temporada está compuesta por cuatro episodios basados en historias reales. El primero: La amante del diablo narra la experiencia de una beata del siglo XVII que decide confesar sus deseos sexuales ante el tribunal de la Santa Inquisición, con el argumento de que está poseída por el demonio para no recibir un castigo que la lleve a un sufrimiento mayor, incluso a la muerte.

Continúa La olvidada, una mujer confinada por el atrevimiento de pedir el divorcio a su esposo para hacerse responsable de sí misma. En el siglo XIX, si una mujer ponderaba su inteligencia sobre su función matrimonial representaba un peligro casi criminal.

Posteriormente, La panadera es una mujer que decide ser independiente y es tratada como si fuera un objeto descompuesto; mal vista y criticada.

Por último, en los años setenta una tamalera de la colonia Portales cometió un crimen. La asesina confiesa porqué mató a su marido: “No fue por rencor. Fue porque no permití que siguiera abusando de mí y de mis hijos”. El cuarto episodio de la puesta en escena muestra cómo la violencia perpetrada por la protagonista es una forma de resistencia concreta.