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Música En Todas Partes | “El que canta ora dos veces”

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La columna de Mariana Domínguez Fernández

Los orígenes de la música sacra o sagrada se remontan a la Edad Media, cuando el Papa Gregorio I decidió incluir algunos cantos en la iglesia, de ahí que se les conozca como Canto Gregoriano, dichas obras no tenían acompañamiento instrumental y estaban en latín, idioma oficial de la iglesia. Con la llegada del periodo barroco, del que ya he compartido algunos datos en otra entrega, empiezan los cantos a acompañarse de manera instrumental, aunque el proceso fue largo, poco a poco evolucionó hasta llegar a lo que conocemos como música sacra.

Muchos episodios de la biblia han sido representados en la pintura, el grabado, la escultura, la música, etc. estas expresiones han puesto especial énfasis en el nacimiento, pasión y muerte de Cristo. Cabe mencionar que no sólo desde la fe católica se han comisionado obras para el culto, con el surgimiento de la Iglesia Protestante, liderada por Martín Lutero, en el siglo XVI, ocurrió lo mismo. 

Si bien muchas personas no practican ninguna religión, esto no las excluye del disfrute y de la admiración de los trabajos artísticos que se han realizado por siglos, por lo que sería un error pensar que el patrimonio religioso es exclusivo de los creyentes y de quienes profesan la fe. 

La grandeza de los trabajos que encontramos en el arte y en especial en la música, nos hace entender la frase atribuida a San Agustín: “El que canta ora dos veces”. 

Un canónigo veracruzano detrás de la solicitud a Joseph Haydn: 

La iglesia católica ha sido prácticamente desde sus inicios la gran promotora de trabajos que, aunque hoy muchos son considerados obras de arte, tenían objetivos claros como el de alabar, agradecer y acercarse a Dios. 

No solo la iglesia ha sido la encargada de solicitar y patrocinar trabajos, también lo han sido monarcas, familias acaudaladas, congregaciones, cofradías, comunidades, etc. Aunque ya hablaremos de las Pasiones de Johann Sebastian Bach, que son para muchos la cúspide de la música sacra, hoy nos concentramos en las Siete últimas palabras de Cristo en la Cruz de Joseph Haydn.

El pequeño inmueble ubicado en C. Rosario, 10, 11004, en Cádiz, España, pasa prácticamente desapercibido aún por los lugareños, este espacio de culto resguarda verdaderas obras de arte, entre las que destacan tres lienzos de Goya: La Santa Cena, La multiplicación de los panes y los peces y La parábola de la boda del hijo del rey. La construcción en cuestión es el Oratorio de la Santa Cueva, mismo que fue declarado a través del Ministerio de Cultura, Monumento Histórico-Artístico de carácter Nacional en 1981. Otro de los tesoros del Oratorio de la Santa Cueva es el encargo de la partitura Las siete últimas palabras de Cristo en la Cruz, comisionado al gran compositor austriaco Joseph Haydn a través de José Sáenz de Santa María, que se encontraba al frente de la Hermandad de la Santa Cueva. 

Para cuando Joseph Haydn, recibió la invitación de escribir esta particular partitura, ya era un compositor reconocido más allá del principado de la familia Esterházy para quien trabajó por más de treinta años. 

El investigador Jaume Tortella escribe que: “… sería un canónigo llamado José Sáenz de Santa María, nacido en el seno de una familia noble y acaudalada de la ciudad de Veracruz, en el Virreinato de la Nueva España (actual México), pero instalado en la ciudad de Cádiz, quien tomaría la iniciativa de dirigirse al compositor de Esterháza para pedirle una obra especialmente escrita para la Hermandad de la Santa Cueva. Hacía varios años que José Sáenz de Santa María estaba al frente de esta Hermandad, una cofradía que se reunía en una capilla construida en una amplia cavidad subterránea, posiblemente una antigua cisterna o depósito de aguas subterráneas, hallada bajo el suelo de la parroquia gaditana del Rosario. Cuando, en 1785, a la muerte de su padre, heredó la fortuna y el título de marqués de Valde-Íñigo, dedicó parte de sus bienes al embellecimiento de la Capilla de la Cueva. Encargó pinturas a destacados artistas (Goya entre otros), decoró los altares, amplió el espacio y quiso que la Hermandad dispusiera de una gran obra musical para los actos litúrgicos de la Pasión, en concreto para el Viernes Santo.” 

Jaume Tortella, en la investigación que hace para la producción discográfica de 2006, Joseph Haydn, Septem Verba Christi In Cruce, a cargo de Le Consert Des Nations dirigidos por Jordi Savall dice que: “En su autobiografía, el canónigo (“I´abbé”) Maximilian Standler (1748 – 1883) nos explica que se encontraba en la casa de Haydn cuando llegó el encargo: “A mí también, me preguntó lo que pensaba de ello. Le contesté que me parecía mejor empezar por adaptar a las palabras una melodía apropiada y repetirla después para los instrumentos solos. Fue lo que hizo, pero ignoro si él mismo había tenido esta intención”. 

“En el año 1801, en el momento de la edición por Breitkopf & Härtel de la versión vocal de la obra, fue publicado un texto explicativo y bastante plausible, redactado por Georg August Griensinger (1769 – 1845), próximo biógrafo de Haydn, en el cual nos describe el momento y las circunstancias de esta creación, según sus propias palabras (ipssima verba): “Hace unos quince años, un canónigo de Cádiz me hizo el encargo de componer una música instrumental sobre Las Siete Últimas Palabras de Cristo en la Cruz. Se tenía entonces la costumbre en la catedral de Cádiz de ejecutar cada año, durante la cuaresma, un oratorio cuyos efectos se encontraban reforzados por las circunstancias siguientes. Las paredes, ventanas y pilares de la iglesia estaban tendidos de tela negra, solo quedaba una gran lámpara colgando en el centro que rompía esta santa obscuridad. A medio día se cerraban todas las puertas y entonces empezaba la música. Después de un preludio apropiado, el obispo subía al púlpito, pronunciaba una de las siete palabras y las comentaba. A continuación, bajaba del púlpito y se prosternaba delante del altar. En este intervalo de tiempo se llenaba con la música. El obispo subía al púlpito y bajaba por segunda vez, por tercera vez, etc. y cada vez, la orquesta intervenía al final del sermón. He tenido que tomar esta situación en cuenta en mi obra. La tarea que consiste en, sin fatigar al oyente, hacer que se sucediesen siete Adagios, cada uno de diez minutos aproximadamente, no era cosa fácil.”

También el investigador Jaume Tortella da otros datos interesantes sobre el trabajo que resultó un desafío para el ya consagrado Joseph Haydn: “El encargo comportaba también ciertas dificultades, ya que, de hecho, se trataba de un verdadero “oratorio sin palabras”, basado, aunque resultara paradójico, en las “Siete últimas palabras de Cristo en la Cruz. Su estructura debía conservar el núcleo en siete partes, un número con connotaciones trascendentes, y debía prestar un tiempo solemne en toda su extensión, con el riesgo de caer en la monotonía y de apartarse, quizá en exceso, de la tradicional alternancia de movimientos o secciones en ritmos rápidos y lentos. 

Finalmente, el maestro optó por enmarcar las siete partes, a las que llamó Sonatas, mediante una Introduzione, con indicación “maestoso ed adagio”, y un final que título Terremoto, la única sección en tempo vivo (“presto e con tutta la forza”), que representaría la sacudida de la tierra, la resurrección de los fieles con apertura violenta de sus sepulturas, el caos en el templo y el asombro de los soldados que vigilaban el cuerpo de Cristo, que, ante el sobre cogedor espectáculo acabaron por reconocerle como Dios verdadero.” 

 La producción del músico catalán, Jordi Savall, es y debe ser siempre un referente en el momento de abordar una obra que tuvo en su principio una vocación distinta a la que hoy tenemos, es decir, para el culto y hoy su escucha como una partitura de concierto. 

Comparto con ustedes la grabación que realizó Jordi Savall al trabajo de Josep Haydn y la que hizo hace un par de días la Orquesta Sinfónica del Estado de Puebla, por cierto, en un tempo mucho más lento y sin la participación de algunos instrumentos que son importantes para que la obra se pueda entender tal y cómo la ideó Joseph Haydn, llamado en la historia de la música como el padre del cuarteto de cuerda y la sinfonía. 

Las siete últimas palabras de Cristo en la Cruz – Jordi Savall 

Las siete últimas palabras de Cristo en la Cruz – OSEP (a partir del 39:12)

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