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Música en Todas Partes – Bach se escucha tomando café

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La columna de Mariana Domínguez Fernández

Mucho se ha escrito sobre los beneficios del consumo del café, por ejemplo, que el café aumenta nuestro estado de alerta, nos proporciona antioxidantes, además, que su ingesta frecuente puede reducir la probabilidad de padecer Parkinson y algunos tipos de cáncer.

El origen de las cafeterías se remonta hacia el siglo XV. Se sabe que una de las primeras cafeterías apareció en 1475 en Estambul. Las cafeterías, igual como pasó con las tabernas, sirvieron de punto de encuentro para charlar con amigos y desconocidos sobre todo tipo de temas. Al popularizarse el café, los productores de otras bebidas, entre ellos los del vino y la cerveza trataron a toda costa de desprestigiar este famoso brebaje, esto me hace recordar el caso que sufrió el pulque cuando se introdujo la cerveza en México. Afortunadamente las cafeterías en Europa tuvieron una buena acogida a pesar de la inconformidad de los maestros cerveceros y vinicultores. 

Aunque ya había pasado mucho tiempo desde la apertura de las primeras cafeterías en Alemania, esto en el siglo XVIII, con mucha seguridad el consumo del café siguió siendo motivo de discusiones, encuentros y desencuentros entre los pobladores

Leipzig, es una ciudad alemana famosa por su gran actividad económica, cultural y académica. Localizada al noroeste del estado de Sajonia, cuenta desde hace siglos con una enorme tradición universitaria, ejemplo de ello lo encontramos en la Universidad de Leipzig fundada en 1409. En esta ciudad nacieron y trabajaron destacadas figuras como el filósofo Gottfried Wilhelm Leibniz, los dramaturgos Johann Wolfgang von Goethe y Friedrich Nietzsche; los músicos Johann Sebastian Bach, Felix Mendelssohn, Robert Schumann y Richard Wagner. Como podrá notar, estos intelectuales y artistas enriquecieron la vida cultural de Leipzig. Como era de esperarse las cafeterías fueron uno de los puntos de reunión más populares para la sociedad de los siglos XVIII y XIX, como lo siguen siendo ahora. 

En el año 1729, Johann Sebastian Bach, cantor de Leipzig, tomó la dirección del Collegium musicum. Bach y sus estudiantes solían reunirse a tocar en el Café Zimmermann (Zimmermannsche Kaffeehaus), ubicado en la Calle de Santa Catarina, una de las vialidades más concurridas de la ciudad. Durante el verano y los días de buen tiempo, los estudiantes hacían sus presentaciones en un jardín cercano a dicho establecimiento y en la época de frío las realizaban al interior. Gottfried Zimmermann, dueño de la cafetería, no cobraba la entrada a los conciertos porque el consumo de los asistentes le era redituable. 

Mucho se ha dicho que J. S. Bach fue un músico obediente, religioso y que su obra no siempre fue bien valorada, además que sus obligaciones y carga laboral eras titánicas y pesadas, todo lo anterior es verdad, también lo es que, estar al frente del Collegium Musicum, institución fundada por Georg Philipp Telemann en 1702 e integrada por estudiantes de la universidad y músicos profesionales, entre otros deberes que tenía que cumplir, le dio la oportunidad de componer otro tipo de partituras alejadas de la música religiosa. Es pues su participación en el Collegium Musicum, una época de libertad creativa, ejemplo de ello lo encontramos en su cantata Schweigt stille, plaudert nicht, BWV 211, conocida como la Canta del café

Hay que recordar que Johann Serbastian Bach tuvo una veintena de hijos y su prestigio como profesor era innegable. No pensemos en Bach como un compositor anticuado o malhumorado, por el contrario, con tantos hijos y una matrícula considerable de alumnos, muchos de los cuales se hospedaban en su casa, es muy probable que Bach fuera contagiado con el buen humor de tantos jóvenes, simpatizara y se sintiera cómodo con ellos, además sus biógrafos y las crónicas lo describen como una persona afable.  

Silencio, no habléis 

Su cantata secular Schweigt stille, plaudert nicht, en español, Silencio, no habléis, popularmente llamada como Cantata del café, fue compuesta por Bach alrededor de 1732 y 1735. El texto fue escrito por el poeta Christian Friedrich Henrici, conocido como Picander. El ingenioso libreto nos narra la historia de Schlendrian, un padre desesperado por la adicción de su hija Lieschen al consumo del café. El pobre Schlendrian, trata de convencer a su caprichosa hija, por todos los medios posibles que no tome más café, al grado de decirle que, de seguir así, no encontrará esposo, pero a Lieschen, la protagonista parece no importarle. Al final todo termina bien y padre e hija acaban conciliándose. 

Igual como lo hiciera con sus pasiones, como la Pasión según San Mateo o la Pasión según San Juan, en esta cantata Bach recurre a un narrador que observa, expone el conflicto y comparte con la audiencia el desencuentro familiar. De manera magistral y equilibrada, Bach muestra musicalmente las personalidades y el enfrentamiento de Schlendrian y su hija Lieschen. 

La canta Schweigt stille, plaudert nicht, BWV 211, está escrita para tres solistas: el Narrador, (tenor); Schlendrian, el padre (bajo) y Lieschen, la hija (soprano). El conjunto orquestal lo escribió Bach para flauta travesera, dos violines obbligato, viola, clave y bajo continuo.

Como mencioné, Bach y los integrantes del Collegium musicum se reunían en el Café Zimmermann, quiero pensar que además de sumarse a la polémica que existía sobre el consumo de esta bebida y encontrar gracioso el tema, que arrancó carcajadas entre los asistentes, era una forma de agradecer a Gottfried Zimmermann, dueño del establecimiento su hospitalidad. 

Las presentaciones de Bach junto a los miembros del Collegium musicum tocando en el Café Zimmermann debieron ser una novedad, claro que no fueron los primeros en hacerlo, pero ya vimos que escuchar música o ver una puesta en escena mientras se toma una buena taza de café no es cosa nueva. 

Comparto con ustedes dos de las muchas propuestas escénicas que se han realizado de la Cantata del Café de Johann Sebastian Bach. En las ligas encontrará una sin y la otra con subtítulos:

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