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Deporte A Fondo | Pioneras Mexicanas
Publicado
hace 9 mesesPor
SICOM NoticiasLa columna de Antonio Abascal
De María Eugenia Escudero a Diana Encinas o a Sofía Reinoso o Dafne Navarro, pasando por Enriqueta Basilio, Pilar Roldán o Soraya Jiménez muchos años han pasado pero las mujeres mexicanas que han vivido la experiencia olímpica han dejado huella no sólo en el deporte en nuestro país sino para el movimiento a nivel internacional. Por ejemplo, la primera abanderada para encabezar a la delegación mexicana en el desfile de naciones de una ceremonia inaugural, María Eugenia Escudero Lavat, en Los Ángeles 32 fue una de las primeras en general en tener ese honor. Enriqueta Basilio fue la primera mujer en encender el pebetero en una ceremonia inaugural, en México 68, tras lo cual sólo otras dos la han emulado Cathy Freeman en Sídney 2000 y Naomi Osaka en Tokio 2020.
Tras Escudero Lavat, la esgrimista Pilar Roldán portó el lábaro patrio en Roma 60, la gimnasta Teresa Díaz en Montreal 76, la ciclista Nancy Contreras en Atlanta 96, la clavadista Paola Espinosa en Beijing 2008, la taekwondoín María del Rosario Espinosa en Londres 2012, la ciclista de montaña Daniela Campuzano en Río 2016 y la golfista Gaby López en Tokio 2020 acompañada por Rommel Pacheco en la modalidad impuesta por el Comité Olímpico Internacional de dos abanderados por país, un hombre y una mujer.
Escudero Lavat tenía dieciocho años cuando llegó a Los Ángeles, era hija de Ángel Escudero, maestro de armas del Colegio Militar y quien también había sido maestro de esgrima de Francisco I. Madero. María Eugenia se convirtió, por su fecha de participación, en la primera mujer mexicana en competir en unos Juegos Olímpicos, ya que más tarde en esos Juegos también entró en competencia María Uribe Jasso (jalisciense nacida el 8 de marzo de 1908, fallecida el 21 de febrero de 1992) en el lanzamiento de jabalina; de 72 deportistas sólo dos fueron mujeres y tras ellas tuvieron que pasar dieciséis años (aunque sólo una edición olímpica) sin presencia femenil ya que en Berlín 36 no hubo representantes y posteriormente la II Guerra Mundial evitó los Juegos de 1940 y 1944. En 1940, el año que falleció su padre, María Eugenia se retiró del deporte, se casó con Hans Joseph Beckhoff con quien tuvo cinco hijos formado una familia en Baja California.
México participó con treinta y dos atletas en Berlín 36 pero ninguno era mujer, ellas reaparecieron en Londres 48, fueron siete: La clavadista Rosa Gutiérrez quien fue décimo cuarta en la plataforma de diez metros, las esgrimistas Nadia Boudesoque (quien más tarde desarrolló una carrera como actriz con el nombre de Nadia Haro Oliva en varias películas siendo las más famosas Misterios de la magia negra, de 1957 y El ángel exterminador, de 1962), Enriqueta Mayora y Emma Ruiz Velázquez, las nadadoras Magda Brüggemann para las pruebas en estilo libre y dorso y Helga Diederichsen, especialista en el estilo de pecho, quienes fueron las pioneras de la representación femenina mexicana en las piscina.
La séptima de la lista fue la clavadista Ibone Belausteguigoitia, una personalidad por sí sola y por su entorno familiar. Hija de Francisco Belausteguigoitia quien jugó para el Athletic Club de Bilbao en el que fue conocido como Patxo Belauste y compartió minutos junto a sus otros hermanos, siendo el más famoso José María quien se desempeñaba como mediocentro, destacaba por su fuerza y por ello fue miembro de la selección española que en los Juegos Olímpicos de Amberes 1920 se quedó con la medalla de plata, incluso anotando un gol fundamental contra Suecia. Por su parte, Patxo jugó para los “leones de San Mamés” de 1917 a 1924 cuando decidió emigrar a París para estudiar y jugar para el Olympique de la capital francesa, ahí trabajó con la famosa científica, ganadora del Premio Nobel, Marie Curie, con las aplicaciones del nuevo elemento, el radio. Los Belausteguigoitia eran conocidos por su simpatía con el movimiento nacionalista vasco siendo el más aguerrido José María, por lo que Patxo a principios de los años treinta viajó a la ciudad de México junto con su esposa y sus hijos, incluida Ibone que en ese momento tenía un año, al estallar la Guerra Civil española se instalaron definitivamente.
A los cinco años de edad, Ibone se enamoró de la natación y a los diecisiete de los clavados, gracias a un pequeño trampolín instalado en la piscina de su casa. Realizó estudios para desempeñarse como maestra y también de administración con el objetivo de contar con una carrera profesional separada del deporte, pero se mantuvo compitiendo y así clasificó a Londres 48 donde representó a México en la plataforma de diez metros finalizando en la décimo sexta posición, dos años más tarde abandonó el deporte de élite para convertirse en misionera en Japón, en 2012 recibió el premio “Sabino Arana” en representación de las mujeres en el olimpismo vasco y dos años más tarde la Federación Mexicana de Natación bautizó con su nombre el certamen nacional.
Justamente a partir de Londres 48 la presencia femenina en las delegaciones olímpicas mexicanas ha sido ininterrumpida. En Helsinki 52 fueron tres de un contingente de sesenta y cuatro deportistas: Amalia Yubi Arias, décimo noveno lugar en el lanzamiento de jabalina, la clavadista Irma Lozano Gallo, primera neoleonesa en acudir a unos Juegos Olímpicos, pionera de las escuelas de natación en ese estado, era hija de Oscar Lozano Rocha y de Francesa Gallo, parte de la colonia italiana, nieta de Orelia Rocha Barocio, periodista y pedagoga quien en 1922 fundó el primer Club Femenino de servicio de Monterrey que tenía como objetivo mejorar a la juventud regia desde los ámbitos físico, intelectual y moral. Además, buscaban higienizar la ciudad desde las tareas públicas que se los permitían, así como impulsó la educación de personas con discapacidad auditiva y visual. Otra de sus acciones fue crear la Escuela para Ciegos. En Helsinki 52, Irma Lozano fue décimo tercera en la plataforma de diez metros y fue superada por su compatriota, Carlota Ríos Lorenzana quien finalizó en la décima posición.
Melbourne 56 significó la aparición de una de las grandes figuras del deporte mexicano: La esgrimista, Pilar Roldán quien en su primera participación olímpica (también estaría en Roma 60, como abanderada y en México 68 ya que en Tokio 64 el Presidente de la Federación de Esgrima consideró que ya no era competitiva), llegó hasta las semifinales en el florete. María del Pilar Roldán Tapia nació el 18 de noviembre de 1939, su padre Ángel Roldán había representado a México en la Copa Davis de tenis y su madre, María Tapia también era jugadora de tenis medallista en cinco ocasiones en Juegos Centroamericanos y del Caribe, incluyendo tres oros en singles y el dobles mixto en las ediciones de 1935, mientras que en 1954 sumó un bronce en dobles y una plata en el mixto. El camino de Pilar parecía escrito ya que llegó a ubicarse como la número tres del ranking junior del país, pero a los trece años leyó Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas y se interesó por la esgrima pidiéndole a sus padres que la inscribieran a clases de ese deporte, para ayudarla, su padre que también era cirujano, empezó a tomar clases de esgrima también y llegó a clasificar a los Juegos Olímpicos de Roma 60.
Las otras atletas de la delegación mexicana en Melbourne fueron las nadadoras Blanca Luz Barrón, vigésimo octavo lugar en los 100 metros libres y Gilda Aranda décima octava en los 400 metros libres.
Roma 60 vio participar a seis mujeres mexicanas que formaron parte de una delegación de sesenta y nueve atletas: Sebastiana Alvarado (nacida el 20 de marzo de 1944 en la Ciudad de México) estaba inscrita en los 800 metros del atletismo, pero no inició la prueba; en cambio sí tuvieron actividad la clavadista, María Teresa Adames tanto en la plataforma de diez metros, donde finalizó en el décimo tercer lugar, como el trampolín de tres donde se ubicó en el décimo séptimo puesto, otra vez Pilar Roldán quien había sido la abanderada y en el florete finalizó en la séptima posición, además de que compartió delegación con su padre, Ángel quien compitió en espada tanto en individual como por equipo; las nadadoras Blanca Luz Barrón y María Luisa Souza para las pruebas de estilo libre, Silvia Belmar y Eulalia Martínez para los 200 metros mariposa complementaron la delegación, destacando que hubo representación en el relevo 4×100 libres con Barrón, Souza, Belmar y Martínez ubicándose en el décimo primer lugar por encima de Países Bajos con un tiempo de cuatro minutos, cuarenta y tres segundos y una décima, aunque muy lejos de los países que disputaron la final donde Estados Unidos se quedó con la medalla de oro con 4:08.9, Australia encabezada por Dawn Fraser se quedó con la plata con 4:11.3 y el equipo unificado de Alemania obtuvo el bronce con 4:19.7.
Pilar Roldán había ganado su clasificación para Tokio 64 pero el Presidente del Comité Olímpico Mexicano, José de Jesús Flores Clark, decidió que el equipo de esgrima no viajaría ya que para él no contaba con la calidad suficiente para competir, así Roldán Tapia pasó de ser abanderada cuatro años antes a quedar fuera por una decisión subjetiva del Comité Olímpico Mexicano. De tal manera la delegación mexicana que compitió en Japón fue grande, 94 atletas, pero sólo cuatro mujeres: Esperanza Girón para las pruebas de 100 y 200 metros planos del atletismo y las nadadoras Luisa Souza, que fue vigésima en los 400 metros libres y las hermanas Silvia y Olga Belmar Bohigas; la primera participó en los 100 metros mariposa ubicándose en el vigésimo tercer lugar y en los 400 metros combinado individual ocupando el vigésimo puesto, por su parte, Olga, un año menor, compitió en los 400 metros libres finalizado en el vigésimo noveno lugar.
Doscientos treinta y tres atletas conformaron la delegación local en México 68, de ellos 42 eran mujeres, algunas verdaderas pioneras empezando por Enriqueta Basilio, la primera en encender el pebetero en la ceremonia inaugural. Norma Enriqueta Basilio Sotelo nació el 15 de julio de 1948 en Mexicali, es decir al momento de la ceremonia inaugural de México 68 ya contaba con veinte años, era especialista en las pruebas de vallas aunque en los juegos en la capital de la República rompió otra marca inigualable: Compitió en los 80 metros con vallas (que ya no se celebran), los 400 metros planos y el relevo 4×100, es la única en la historia olímpica en competir en 80 metros con vallas y en los 400 metros planos. Sus palabras en una entrevista para el New York Times al conocer que sería la encargada de encender el pebetero aun retumban: “Creo que tal vez fui seleccionada porque en México los hombres y las mujeres tienen los mismos derechos y el país espera mostrar su igualdad ante el mundo” https://www.youtube.com/watch?v=HQWzaUoTnLk.
Por primera vez hubo equipo de gimnasia completo: Julieta Sáenz, María Luisa Morales, María Elena Ramírez, Rosario Briones, Laura Rivera y Rosa Linda Puente, por primera vez el voleibol formó parte de los juegos: Alicia Cárdenas, Blanca García, Carolina Mendoza, Eloísa Cabada, Gloria Casales, Gloria Inzua, Isabel Nogueira, María Rodríguez, Patricia Nava, Rogelia Romo, Trinidad Macías y Yolanda Reinoso, por primera vez hubo representación en tiro en la prueba de skeet con Nuria Ortiz quien se ubicó en el vigésimo tercer lugar, por primera vez hubo representación en el canotaje con Ann Margarit Henningsen en el singles de 500 metros, además de que junto con Angélica Zadowski también compitió en el dobles.
La cereza en el pastel fue que por primera vez una mujer ganó medalla olímpica: Pilar Roldán tuvo su revancha personal, ya casada, con dos hijos, su marido la apoyaba cuidando a los pequeños para que ella pudiera entrenar https://www.youtube.com/watch?v=fAd6eGHvHM8. Su historia la contaremos la próxima semana junto con la de la otra medallista en esa edición, María Teresa Ramírez en los 800 metros libres de la natación, pero hoy conviene subrayar el legado de las pioneras y dejar claro que a pesar de las injusticias y de los obstáculos, ellas han construido una buena parte de la historia olímpica de nuestro país.
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