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Andando a Pie | El 8M y la tolerancia

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La columna de Andrea Casco

Crecí en una familia en la que ser mujer fue igual que ser un hombre. Soy la mayor de tres hijos, me suceden dos varones, a los que les llevo cinco y seis años.  Mi padre, jamás hizo distinción entre ellos y su servidora, o quizá me equivoco, al ser la mayor y mujer fui la consentida. Él me decía que tenía que ser el ejemplo para ellos, en aquel entonces, en la niñez, seguramente se refería al comportamiento. De hecho, gocé de más permisos que mis hermanos, gustos, ropa e incluso un poco más de mesada. Crecí siendo muy afortunada, no lo digo por presunción, lo digo de esta manera porque en mi privilegio  tardé mucho tiempo en darme cuenta que esto no era igual para todas. 

Con el pasar de los años coincidí con compañeras de escuela, trabajo, vecinas y amigas para las que ser mujer representó a lo largo de toda su vida, un pesar. Es evidente, en una cultura machista como la mexicana, nacer mujer a muchas puede pesarles y condenarlas. 

 Hasta que no lo entendamos así, no nos daremos cuenta de lo que es el feminismo, de esta corriente que es para TODAS.  

Cuando llega marzo, el 8M, también debe llegar la tolerancia, se aproxima una serie de controversias, pláticas que se convierten en discusiones, quienes defendemos el movimiento tenemos que enfrentarnos con quienes lo rechazan contundentemente pero no es cosa nueva, lo hacemos durante el resto del año. 

Lo que más me cuesta y disfruto, es defender la “iconoclasia” (la destrucción de símbolos o monumentos acción realizada de forma histórica por distintos movimientos sociales que buscan un cambio en el gobierno o sistema) del “vandalismo” (se refiere a la destrucción voluntaria, total o parcial de la propiedad pública o privada). 

Pero la tolerancia debe ser de ida y vuelta, hace un año cubriendo como reportera la marcha del 8 de marzo, un grupo de “hermanas radicales” me rodeó en la explanada del zócalo de Puebla, me dijeron que no podía hacer mi trabajo, les expliqué: “Que defendía el movimiento, que lo apoyaba, que sabía perfecto qué podía grabar y qué no”. 

A pesar de eso, intentaron sacarme y escuché un lejano “pónganle en su madre” les expliqué que eso era justo lo que “pedíamos que cayera” ¿Qué no?, actitudes machistas y violentas. 

 Algunas más intentaron defenderme diciendo que no estaba grabando rostros, que es lo más delicado. Estaba tan molesta que comencé a decir que esa no era mi lucha. 

Me equivoqué, el feminismo es para todas, pero no con todas. El feminismo debe estar impregnado en nosotras. 

Cada vez conozco a más hombres que están dispuestos a reaprender de qué se trata, pero también a más mujeres que están resignificando al igual que yo, que ser mujer para muchas representa peligro, temor y miedo. 

Vivamos este 8M de una manera más tolerante, escuchando a todas aquellas que gritan su dolor, que expresan lo que sienten sin señalar y  sin juzgar.