A pesar de que fabricar una piñata puede llevar entre dos y tres horas de labor, Don Jaime está convencido de que el esfuerzo vale la pena.
Andrea Casco
A pie de carretera, en el cruce de Las Torres y 18 Sur, Don Jaime da vida todos los días a coloridas piñatas que alegran las fiestas de sus clientes. Armado con papel china, crepé, periódico y engrudo, este artesano continúa con una tradición familiar que abarca tres generaciones.
Aunque él asumió este legado hace una década, su dedicación y técnicas originales lo han posicionado como uno de los favoritos en la región. Sus piñatas, disponibles en diversos tamaños y con precios que van de 130 a 500 pesos, atraen a clientes que regresan año tras año.
Los vibrantes colores de sus creaciones llaman la atención de quienes pasan por el lugar, mientras que su empeño y resiliencia lo destacan en un gremio golpeado por el desempleo y la falta de reconocimiento al arduo trabajo artesanal.
A pesar de que fabricar una piñata puede llevar entre dos y tres horas de labor, Don Jaime está convencido de que el esfuerzo vale la pena.
“Es gratificante saber que las familias disfrutan un momento de felicidad al romper la piñata”, comenta con orgullo.
En cada una de sus creaciones, Don Jaime preserva una tradición que no solo celebra las fiestas, sino también el arte, la paciencia y la pasión por mantener vivas las raíces culturales.
