Abordará el antiguo simbolismo que se daba a las flores, así como los estudios que se emprenden sobre muestras arqueológicas de polen recuperadas.
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Tal como hoy, las flores en el mundo prehispánico eran apreciadas por su belleza y obsequiadas a los dioses en vistosas, coloridas y aromáticas ofrendas. Entre los mexicas, ciertas especies tenían además un alto simbolismo bélico, por lo cual eran elegidas para honrar y consagrar pedimentos a su dios tutelar.
La exposición Flores para Huitzilopochtli, organizada por la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y del Proyecto Templo Mayor (PTM), abrirá el 14 de abril de 2023, en el corredor peatonal que intersecta a las calles de Guatemala y Argentina, para revelar a las y los visitantes del Centro Histórico de la Ciudad de México una nueva dimensión de las ofrendas tenochcas.
Bajo la curaduría de la arqueóloga Laura Angélica Ortiz Tenorio y con un diseño a cargo de Samara Velázquez Arteaga, ambas adscritas al PTM, la muestra detallará, por medio de 16 cédulas de gran formato, la intrincada relación que tenían ciertas flores, como las de guayaba, toronjil, yauhtli y girasol, con Huitzilopochtli, así como los procesos científicos que se usan para recuperar, identificar y estudiar los vestigios de su polen.
Dado que es difícil que un elemento orgánico como una flor pueda conservarse en contextos que tienen más de 500 años de antigüedad, como los del Templo Mayor, distintas metodologías y tecnologías permiten reconstruir su presencia y apariencia en las ofrendas arqueológicas.
En depósitos como la Ofrenda 120, cuya temporalidad se vincula con el gobierno de Ahuízotl, entre 1486 y 1502, se han distinguido y resguardado granos de polen tan pequeños como la cabeza de un alfiler.
Cada grano posee una capa externa cuya función es proteger el material genético de la planta durante su transporte, ya sea por medio del viento, el agua, o con ayuda de insectos u otros animales; capa con morfología única en cada especie, que hace posible su identificación.
Todas las muestras reunidas por el PTM se han estudiado en el Laboratorio de Paleoetnobotánica y Paleoambiente del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, a cargo de la doctora Emily McClung, donde una vez extraído y observado el polen bajo microscopio, son comparadas con catálogos de polen actuales que indican a qué familia, género y especie pertenecen.
Así, se ha encontrado que en la Ofrenda 120 había flores rojas (toronjil), amarillas (girasol y yauhtli) y blancas (guayaba, yagalán y capulincillo), que se asociaban con valores propios de Huitzilopochtli: el fuego, la luz solar, la claridad y la muerte.
El hecho de que en este depósito también se haya encontrado el cuerpo de un lobo ataviado como guerrero, reafirma las similitudes que los mexicas daban a las vidas de las flores y de los combatientes, ambas fugaces y luminosas. “De allí que el nombre nahua del girasol sea chimalxochitl, por su semejanza a un escudo, o chimalli”, explica la arqueóloga Ortiz Tenorio.
En la exposición se podrán conocer aspectos adicionales a estos análisis, como las fuentes documentales –los códices Florentino o De la Cruz-Badiano, entre otras– que contribuyen a los estudios citados, o bien, las indagaciones sobre el modo en que, a pesar del poderío que llegaron a tener en Mesoamérica, los tenochcas priorizaron la inclusión de flora propia de la Cuenca de México en sus ofrendas, con casos contados de especies alóctonas, como la guayaba, predominante en la Costa del Golfo.
Flores para Huitzilopochtli será una exposición gratuita, la cual también contempla la creación de un folleto, en formatos impreso y digital, que replicará su contenido.
