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Letras Con Sentido | El fallido (planeado) golpe de estado en Bolivia

Publicado

La columna de Sergio Castro

No nos hagamos, el pseudo golpe de estado en Bolivia fue orquestado por Estados Unidos como una estrategia de debilitar a la fuerza económica y política que significan los BRICS, el grupo que se está conformando política y económicamente de los países emergentes.

No es novedad que la Unión Americana interfiera en los asuntos políticos de un país y menos de los latinoamericanos, recordemos el golpe de estado en Argentina en 1976, cuando con el fin de mantener el control de los países que tenían un gobierno de corte socialista, impuso al líder militar Jorge Rafael Videla, terminando con el mandato presidencial de la peronista María Estela Martínez de Perón.

Vamos un poco más atrás, el golpe de estado contra el presidente socialista Salvador Allende en chile el 11 de septiembre de 1973, cuando las la Fuerza Aérea atacó el Palacio de la Moneda, sede del poder ejecutivo. Instaurándose entonces la dictadura militar de Augusto Pinochet que se extendió hasta 1990. 

Es cierto que ahora Estados Unidos no tiene que eliminar a líderes socialistas que puedan tener relación con la URSS (Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas) que desapareció en 1991, ahora tiene que cuidar su interés en que surja un nuevo sistema político y económico de países latinoamericanos que puedan tener relación con China y Rusia.

Les cuento un poco… Bolivia, Chile y Argentina están situados en el conocido “triángulo del litio”, entre las tres naciones se concentra el 85% de las reservas naturales del metal blando del mundo, el ahora conocido como “oro blanco”. Estos tres están cerca a Brasil, líder económico de la región y miembro de los BRICS, al igual que Argentina. Este grupo, a su vez está conformado por países como Arabia Saudita, los Emiratos Árabes, Rusia, India y China.

De la parte oriental, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes tienen una importante reserva de petróleo y por parte de Rusia, India y China, son consideradas como las economías emergentes que tienen un peso importante económico en el globo y sus relaciones con otros países está mejor que nunca, se estima que para el 2050 sean líderes económicos mundiales. 

El objetivo del grupo, entonces, es comenzar a comercializar en Petro-dólares y así debilitar el dólar como moneda de transacción mundial y evitar todas las sanciones que impone Estados Unidos.

Con todos estos antecedentes, ¿se imagina que los BRICS incluyeran a Bolivia y Chile a formar parte del grupo? La fuerza que traería en cuestión de compra venta de petróleo y litio (sin mencionar que Venezuela también está interesada en pertenecer).

Por supuesto que Estados Unidos no pretende dejar de influir en la geopolítica mundial, por ello es que nuevamente utiliza su poder para desestabilizar a la región sudamericana, así llegamos al “golpe de estado” de Bolivia, uno de los países más pequeños del mundo que ni siquiera tiene salida al mar, pero que es de vital importancia para muchos. ¿No se le hizo raro qué el golpe de estado se terminará con las palabras “es una orden” del presidente Luis Arce al general Juan José Zúñiga (líder del golpe)? No hubo ataques, no hubo enfrentamientos, no hubo evacuación del pueblo ni toques de queda. ¿Cuándo se ha visto eso?

Nuevamente la Unión Americana utiliza una cortina de humo para justificar sus planes a futuro en Latinoamérica, y no parará hasta lograrlo, en Argentina lo está haciendo, no con un líder militar pero si con un presidente ultraderechista, Javier Milei, que promete que si gana Donald Trump las elecciones de noviembre se pondrá a sus órdenes y que casualmente, dijo que está analizando su salida de los BRICS. 

¿Será que los BRICS de verdad proponen un modelo diferente al desarrollo capitalista y que Estados Unidos los ve cómo amenaza? ¿O es simplemente que el grupo seguirá el modelo estadounidense? Lo que sí es cierto es que la influencia del país norteamericano está un poco debilitado –lo mencionó Donald Trump en el debate “ya no nos respetan”- pero eso no quiere decir que no seguirá definiendo la agenda pública de aquí a los próximos 20 años.