En este programa, la joven orquesta estará acompañada por solistas del Ensamble Escénico Vocal y el Coro Sinfónico del Sistema Nacional de Fomento Musical.
Sicom Noticias
Bajo el título, El canto fúnebre de Mozart, la Orquesta Escuela Carlos Chávez (OECCh) interpretará el próximo fin de semana una de las obras musicales cumbre del periodo clásico: el Réquiem en re menor, K. 626, la cual es una de las más afamadas escritas por Wolfgang Amadeus Mozart. El Salón Adolfo López del Complejo Cultural Los Pinos será la sede de este programa que será dirigido por Emilio Aranda Mora.
Acompañada por solistas y cantantes del Ensamble Escénico Vocal y el Coro Sinfónico del Sistema Nacional de Fomento Musical (SNFM), la joven orquesta invitará al público a introducirse en las atmósferas de luz y oscuridad; vida y muerte; o descanso y resurgimiento que evoca esta obra estrenada de manera oficial el 2 de enero de 1793, en Viena, dos años después del fallecimiento del compositor austriaco, quien murió en 1791, dejándola inconclusa. Las evidencias documentales señalan que Mozart completó íntegramente el Introito y el Kyrie. La Sequentia fue en gran parte compuesta por él, y quien se encargó de finalizar este movimiento, y el resto de la obra fue su discípulo, Franz Xaver Süssmayr.
Se trata de la decimonovena y última misa escrita por Mozart y está dividida en 14 movimientos distribuidos en ocho secciones litúrgicas (Introitus, Requiem aeternam; Kyrie; Sequentia; Offertorium; Sanctus; Benedictus; Agnus Dei; y Communio), el Réquiem en re menor, K. 626 es considerada por musicólogos como una obra maestra, pese a estar inacabada. La emisión de timbres sombríos acentuados por el sonido de trombones y clarinetes bajos, así como el carácter solemne que aporta la tonalidad de re, y la inclusión de elementos barrocos (secciones polifónicas y fugadas) hacen patente la genialidad musical del compositor austriaco, quien como todos los de su época incursionó en la música sacra.
Cabe recordar que Mozart fue educado en la fe católica, y a lo largo de su vida compuso más de 60 obras de música sacra; la mayoría entre 1773 y 1781, cuando formaba parte de la corte del príncipe-arzobispo de Salzburgo. Y es justamente el Réquiem en re menor, el que mayor trascendencia tuvo, no solo por fulgor enigmático que lo envuelve, sino por la belleza de su composición.
De esta obra también se desprende un halo de misterio que sin duda contribuyó a que esta trascendiera en el tiempo. El réquiem fue encargado a Mozart en 1791 por un desconocido enviado por el conde Walsegg, quien era un músico aficionado que deseaba que el compositor escribiese una misa de difuntos para el funeral de su esposa. En esa época, el compositor austriaco se encontraba muy abatido por la muerte de su padre y su salud no era la ideal, al punto de atormentarse con su propia muerte, y creer que ese misterioso mensajero que le había sido solicitado la composición había sido la muerte y por ende escribía su propio réquiem.
Envuelta en ambiente de luz y sobriedad, la Orquesta Escuela Carlos Chávez, bajo la dirección de Emilio Aranda Mora, invitará al público a introducirse en esta atmósfera que evoca la Missa pro defunctis o Missa defunctorum —misa de difuntos en la liturgia romana— acto de ruego por las almas de los muertos antes del entierro o durante los servicios funerarios.
La soprano Érika Alcázar Macías, la mezzosoprano Coral Sabrina Díaz Huerta, el tenor Dylan David Lezama Olarra y el barítono Jesús Pompeyo Lugo García, cantantes del Ensamble Escénico Vocal, participarán como solistas en este programa titulado El canto fúnebre de Mozart, en el que sus compañeras y compañeros del EEV y el Coro Sinfónico del SNFM interpretarán las partes corales de esta versión basada en las revisiones de los musicólogos Franz Beyer y Richard Maunder.
