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Cultura

Cuicuilco busca ser reconocido como patrimonio biocultural

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Las plantas deben ser valoradas como herencia biocultural para no perder sus posibilidades de investigación.

Sicom Noticias

En el cruce de las avenidas Periférico e Insurgentes, dos arterias principales del sur de la Ciudad de México, se encuentra Cuicuilco, un geositio ligado al volcán Xitle. Gracias a un proyecto colaborativo entre la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt), se busca que Cuicuilco sea reconocido como patrimonio biocultural.

La investigadora Lilian García-Alonso Alba, de la ENAH, lidera esta iniciativa, destacando la importancia de preservar la diversidad ecológica del área, especialmente las especies de flora. Su estudio integral de los pedregales de Cuicuilco, un ecosistema que se desarrolló sobre la lava del volcán Xitle hace más de 1,600 años, se centra en reconocer el patrimonio biocultural mexicano.

García-Alonso se ha especializado en materiales naturales derivados de plantas endémicas, investigando tecnologías tradicionales y el uso de mucílagos, saponinas, colorantes y compuestos aromáticos. Este enfoque multidisciplinario también se refleja en los talleres impartidos en la ENAH, donde se realizaron pruebas con adhesivos de plantas locales sobre textil y papel, enseñando a las comunidades estudiantil y externa sobre su uso en épocas prehispánicas.

La ENAH y la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel han sido clave en el reconocimiento de esta biodiversidad. En la reserva, bajo la protección de la UNAM, habitan cerca de 300 especies de plantas, 800 de artrópodos y 30 especies de mamíferos. Sin embargo, García-Alonso enfatiza que las plantas deben ser valoradas como herencia biocultural para no perder sus posibilidades de investigación.

El proyecto busca reactivar tecnologías ancestrales como el uso de saponinas de agave como jabón y mucílago de nopal en construcción, ofreciendo alternativas ecológicas para el presente. La académica concluye que las comunidades académicas y la sociedad pueden aprender y reaprender de estas herencias bioculturales.