No solo es una vertiente del arte popular mexicano, sino que en esta temporada cobra un significado especial al permitir expresar el anhelo del retorno de aquellos que se encuentran en otro plano.
Andrea Casco
En esta temporada de Día de Muertos, la Familia Huerta Ramírez se dedica con pasión a preservar una de las tradiciones más profundamente arraigadas en México: la cartonería.
Con habilidad y amor, “dan vida” a cráneos y alebrijes, con piezas que se utilizan para decorar ofrendas dedicadas a los seres queridos que ya han partido de este mundo.
La cartonería es un arte que combina imaginación y sentimientos, y se convierte en un puente entre el mundo de los vivos y el de los difuntos.
Quienes se dedican a la elaboración de estas piezas de arte deben recibir una capacitación constante. Esto no solo implica aprender las técnicas necesarias, sino también comprender la historia y la simbología que rodean a la tradición de Día de Muertos.
Si bien Guanajuato y Ciudad de México son considerados los lugares de nacimiento de este noble oficio, las manos de poblanas como las hermanas Guadalupe y Ángeles se han especializado cada vez más para crear piezas impresionantes y detalladas.
La cartonería no solo es una vertiente del arte popular mexicano, sino que en esta temporada cobra un significado especial al permitir expresar el anhelo del retorno de aquellos que se encuentran en otro plano.
Con su labor artística, la Familia Huerta Ramírez contribuye a mantener viva esta hermosa tradición que es parte fundamental de la cultura mexicana.
