Sicom Opina Con… Andrea del Pilar Casco Meneses
Antes de los primeros rayos de sol, de lunes a viernes, yo salgo de casa.
Cuando avanzo por las primeras calles, a mi lado izquierdo observo a una vecina comprando pan con otra señora que lo vende en un triciclo, manteniendo una plática tan entretenida que no les permite siquiera observar mi paso. Continúo mi camino y a unas tres calles hay una chica al lado de su padre afuera de su casa. Imagino esperando el microbús que la llevará a su trabajo; lucen ansiosos, las prisas siempre nos ganan a todas y todos.
Hace unos días me percaté de que las señoras no estaban en el lugar de siempre y me asusté; de inmediato algo cambió mi rutina; me fijé en la hora – quizá pasé más tarde y ya se fueron, o algo pasó (pensé) – hasta que llegué al trabajo. La duda no me dejó. Al otro día, al encender el auto, fue en lo primero que pensé, ojalá estén las personas; (respiré), estaban ahí como de costumbre. ¡Sonreí!
Bendita la rutina que nos ayuda a revalorar nuestros momentos de paz y tranquilidad. ¿Qué de malo tiene ser rutinario? Hay personas que lo evitan a toda costa.
La rutina es eso que nos ayuda a llegar a cumplir un objetivo; hay que esforzarnos y encontrar la mejor manera de llegar a él. Sin una rutina, durante un solo día podríamos tomar cientos de decisiones; el estrés y la ansiedad incrementarían por no tener un rumbo claro de lo que tenemos que hacer, es por esto que construir una rutina puede quitar algo de presión y ayudarnos a tener más claras las acciones que tomaremos para lograr lo que nos propongamos.
Quizá no nos damos cuenta de lo maravilloso que es la cotidianidad, hasta que algo extraordinario lo cambia. Si es positiva, que mejor, pero si no lo es, desearíamos seguir en nuestra vida diaria, ¿no lo creen? Observemos a nuestro alrededor, disfrutemos de nuestra rutina, de nuestros vecinos, de nuestras experiencias diarias que nos permiten ser quienes somos.
¿Nos leemos el próximo lunes?
@Andy_ Casco
