La columna de Andrea del Pilar Casco Meneses
Dicen que el miedo es paralizador o funciona como un catalizador, un trampolín que impulsa generalmente la toma de decisiones que tienen poco tiempo para ser pensadas.
Es una de las emociones más primitivas, elementales y fuertes, en muchas ocasiones se trata de un método de supervivencia.
Una de las principales teorías de la inteligencia emocional, demuestra científicamente que cerebralmente existen sólo dos vibraciones de onda que corresponden a dos emociones; el amor y el miedo. Curiosamente una ligada a la otra, el resto de las emociones se derivan directa o indirectamente de ellas.
Basta con hacer una introspectiva ¿cuántas cosas hicimos o dejamos de hacer mientras estábamos envueltos por el miedo?
De manera personal, les comparto que aprendí a manejar un vehículo cuando en mi mente no cabía la posibilidad de hacerlo, estaba aterrada, durante muchos años me prometí a inicios de enero como propósito de año nuevo que lo haría, sin embargo, nunca tuve el impulso de hacerlo hasta que otro miedo me inundó, contagiarme de covid-19. Tomando en cuenta que a bordo del transporte público el riesgo de contraer el virus sars-cov-2 era mayor, el miedo funcionó como un cañón que me proyectó a buscar una escuela de manejo y con todos los protocolos posibles aprender a conducir, si bien no es una acción sencilla, actualmente estoy segura que todos y todas podemos llegar a hacerlo.
Supongo que en mi caso funcionó como un método de supervivencia, si tomamos en cuenta que el miedo es provocado por la percepción de un peligro real o imaginario, venían a mi cabeza múltiples escenarios catastróficos, pero comencé a ponerlo en una balanza, al realizarlo me brindaría más tiempo de descanso, con los míos, seguridad, etc. Los “pros” le ganaron a los “contras”.
Reza la frase “si debes hacerlo, hazlo, y si te da miedo, hazlo con miedo”.
Pareciera fácil abordarlo cuando la emoción puede canalizarse de manera correcta, todo lo contario cuando se sale de control, apoderándose de nuestra mente, pensamientos y nuestra vida, sucumbirnos a un estado de completo desorden. Lo que es una realidad es que cuando lo afrontamos, lo superamos y eso sólo es cuestión de DECISIÓN.
Manejar el miedo es cuestión de valentía, no hablo de ese miedo incontenible que nos lleva a la ansiedad (el que debe tratarse con los especialistas), hablo de esa sensación por la que todos hemos atravesado y de la que sólo algunos están dispuestos a afrontar mientras que otros se sumergen en la incertidumbre del qué hubiera pasado.
