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Internacional

Abstinencia forzada para los toxicómanos en un centro de Kabul

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Tras unos disparos de aviso, son llevados violentamente a unas ambulancias que los trasladan al servicio de rehabilitación del hospital Ibn Sina, en una antigua base militar.

AFP por Michel MOUTOT

Kabul, Afganistán.- Tienen la cabeza afeitada, ropa demasiado grande y la mirada del miedo. Para los drogadictos encontrados por los talibanes bajo un puente de Kabul o llevados por sus familias a un centro de rehabilitación, empiezan 45 días de abstinencia forzada.

Todos conocen ese escondite. En Pul-e-Sukhta, el puente de Kabul donde van a parar las aguas residuales, los toxicómanos de Kabul malviven y mueren a salvo de las miradas.

Es una situación intolerable para la nueva policía talibana, que multiplica las redadas. 

Dos combatientes, armados con M16 y AK47, llegan al lugar, donde se ven unas siluetas fantasmagóricas entre sacos de arena, cojines, mantas y jeringuillas.

Tras unos disparos de aviso, los toxicómanos son llevados violentamente a unas ambulancias que los trasladan al servicio de rehabilitación del hospital Ibn Sina, en una antigua base militar.

El director del centro, el doctor Ahmad Zoher Sultani puede acoger a un millar de pacientes.

La droga es un problema terrible en nuestro país, hay casi cuatro millones de toxicómanos“, explica a la AFP. 

Alrededor de 10 % de la población afgana consume drogas, un récord mundial confirmado por informes internacionales.

Es la política del Emirato Islámico, detienen cada vez a más. Quieren limpiar la ciudad de aquellos que la ensucian. Cuando tenemos sitio, van a buscarlos. Actualmente, nuestras mil camas están casi todas ocupadas“, añade el médico.

Por el momento, trabajamos gratuitamente, nadie ha cobrado desde hace cuatro meses. Esperemos que las cosas se arreglen“.

El tratamiento de “rehabilitación” dura 45 días y parece más bien un periodo de abstinencia durante el cual estos hombres pasan el día en la cama, en habitaciones colectivas o en cuclillas en el patio, aprovechando el sol de otoño.

Para los adictos al opio, hay un poco de metadona, para los consumidores de metanfetamina no hay nada, precisa el doctor Sultani. 

Esta mañana, Emal, de 36 años, llega arrastrando los pies a la sala de registro donde un voluntario (suelen ser antiguos internos) lo recibe.

Sin trabajo, este padre de tres hijos ingresa por cuarta vez al centro.

PARA SAQUEARNOS 

Le sigue Bilal Ahmad, de 22 años, delgado y asustado. Él también dice ser adicto a la metanfetamina y haber pasado por el programa “hace un año o un año y medio“.

Estoy contento de estar aquí“, dice a la AFP, aunque su mirada parece indicar todo lo contrario. “Dentro de 45 días, si Dios quiere, podremos volver a casa”.

A su llegada, son inspeccionados minuciosamente.

Los llevan en grupos de seis hasta el edificio de las duchas, donde se les da unas largas camisas y pantalones anchos, todo de color caqui, y una dosis de champú. Salen después, empapados, y unos barberos les rapan la cabeza, pero no la barba. 

Con este aspecto, y andando temerosos, son conducidos a otro bloque, donde se les asigna una habitación con cinco camas. Dos enfermeros les toman la tensión, el pulso y la temperatura. 

El dormitorio de al lado está ocupado por unos 30 hombres, de todas las edades, que yacen bajo sus cobijas. Uno, con aire infantil, toca una flauta en bambú. Otro, llevándose una mano a la boca, dice que tiene hambre.

Y eso que el centro tiene casi un año de reservas de alimentos y ofrece tres comidas al día, asegura el doctor Sultani, mientras muestra un almacén lleno de sacos de arroz y conservas. 

Estamos en un barrio con mala reputación“, dice. “El 15 de agosto, el día en que Kabul cayó en manos de los talibanes, cientos de personas se hacinaron a nuestras puertas para saquearnos. Pero resistimos con nuestros pacientes. Logramos sacarlos“. 

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© Agence France-Presse