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Huaquechula, el municipio poblano que recibe a vivos y muertos con monumentales altares

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Cada altar está cuidadosamente elaborado con madera, tela de satín blanco y otros elementos únicos en México, con un costo que varía entre 50 y 120 mil pesos.

Adan Morales

Huaquechula, Pue. – Localizado en la puerta de la mixteca, Huaquechula es un municipio reconocido año con año por mantener una de las tradiciones más importantes de México: el Día de Muertos. Sus habitantes honran el alma de sus difuntos con música, color y tradición.

A las dos de la tarde de cada 1 de noviembre, inicia el ritual con rezos, incienso y cantos para recibir el ánima del difunto, quien es esperado con un gran banquete. Los altares, compuestos por estructuras piramidales de entre tres y cuatro niveles, son el centro de esta celebración.

Este año, 29 altares fueron colocados en Huaquechula en honor a igual número de personas que fallecieron. Cada vivienda organiza un festín para convivir con vecinos y visitantes nacionales y extranjeros. La apertura de casas para recibir a los muertos también invita a las familias a visitar las ofrendas y altares.

Un ejemplo es la casa de don Mariano Chiquillo, conocido como “Marianito”, quien falleció en marzo a los 85 años. Sus familiares le han preparado un altar tradicional con lo que más disfrutaba en vida. El primer nivel del altar representa el mundo terrenal y contiene la foto del fallecido; el segundo nivel hace referencia al cielo, y el tercer o cuarto nivel simboliza la cúspide celestial.

Cada altar está cuidadosamente elaborado con madera, tela de satín blanco y otros elementos únicos en México, con un costo que varía entre 50 y 120 mil pesos.

Una pieza clave en estos altares son los “llorones”, imágenes de bulto que asemejan ángeles y representan a los dolientes de cada hogar. Estos se colocan estratégicamente en el primer nivel, simbolizando a los integrantes de la familia que aún viven en duelo.

Cabe señalar que los altares de Huaquechula son Patrimonio Cultural del Estado de Puebla desde 1997 y, según la tradición, únicamente se colocan en el primer año tras el fallecimiento.