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Francisco I. Madero, ejemplo de humanismo y vocación democrática: Presidente de México
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hace 9 mesesPor
SICOM NoticiasEntre las características de Madero, se encontraban ser vegetariano, homeópata, abstemio, espiritista, lleno de determinación, aplomo y gran vocación democrática, abundó ante representantes de medios de comunicación.
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El presidente Andrés Manuel López Obrador presentó la primera parte de la historia de Francisco I. Madero (1873-1913), a quien definió como un ejemplo de humanismo y vocación democrática, capaz de enfrentar la dictadura de Porfirio Díaz por más de 30 años.
El mandatario afirma en su más reciente libro, ¡Gracias!, que la vida y obra de Madero son una enseñanza pura en el ejercicio de la política. Sus ideales, dijo, son excepcionales y virtuosos, al igual que sus emotivas y trágicas lecciones.
“Esto es también importante para los jóvenes. «Debe tomarse en cuenta que, por lo general, un luchador social o político que busca transformar una realidad de injusticia y opresión siempre es movido por ideales y principios, por una doctrina o simplemente por una creencia. Nadie podría hacer algo verdaderamente trascendente por puro pragmatismo sin poseer alguna de estas virtudes o valores»”, explicó en conferencia de prensa matutina.
“Siempre en la vida se busca algo y se tiene una doctrina, un ideal, un principio, que es el que nos hace caminar, vivir y ser felices”, agregó.
El jefe del Ejecutivo narró que Madero llegó a ser presidente de México de 1911 a 1913. Pertenecía a una de las familias más acaudaladas y conservadoras de Coahuila. Con el paso del tiempo y a partir de su educación tomó conciencia de la realidad del país y la necesidad de libertad del pueblo.
“Esto es muy importante. Una persona puede venir de una familia acomodada, con un pensamiento conservador, pero el estudio le da motivos, razones para pensar y actuar en favor de los demás”, indicó en la cápsula de historia dedicada a los jóvenes.
El también conocido Apóstol de la Democracia fue formado en la escuela de Altos Estudios Comerciales, en Francia, y en la Universidad de California, en Berkeley. Por ello, tenía preparación intelectual y conocimiento en la historia de las ideas políticas, como así lo muestran sus escritos y correspondencia.
En Francia conoció el pensamiento y la actuación de revolucionarios de finales del siglo XVIII y relevantes acontecimientos del siglo XIX, lo que le permitió asimilar y convertirse en practicante de la corriente espiritista, que en ese entonces era una doctrina de valor filosófico.
«Esto último, aunque fue usado en su contra con extrema simplificación, le sirvió para afianzar sus convicciones, al grado de que, mediante esas prácticas, llegó a la íntima conclusión de que debía arriesgar hasta su vida por la causa de la libertad», postuló el presidente López Obrador en el capítulo El Humanismo Mexicano.
A su regreso del extranjero Madero dio pruebas de ser un empresario con inquietudes políticas libertarias. Por ejemplo, cuando se hizo cargo de una hacienda de su padre en San Pedro de las Colonias, Coahuila, en 1903, combinó un enfoque económico práctico a través de ideas filantrópicas, de acuerdo con el historiador de la Revolución Mexicana, Friedrich Katz.
«Comenzó por aumentar los salarios de sus trabajadores agrícolas, los sometió a exámenes médicos periódicos e introdujo la educación obligatoria de manera que el nivel de vida que se gozaba en su hacienda era muy superior al que prevalecía en las haciendas vecinas. Madero combinó esta actitud hacia sus trabajadores con la introducción de métodos de cultivo nuevos y más productivos, lo cual muy pronto incrementó en forma notable sus ganancias e hizo de su hacienda una especie de empresa modelo, tanto en términos sociales como económicos».
Gracias a la intermediación del activista político Camilo Arriaga, Madero prestó 2 mil dólares en 1904 para que se reimprimiera, ahora en San Antonio, Texas, el periódico Regeneración. En consecuencia, Ricardo Flores Magón, luchador social y precursor de la Revolución México, expresó su gratitud, «porque si no hubiera sido por usted, dada nuestra situación difícil en San Antonio, hubiéramos ido al desastre, a la derrota y a la anulación completa de nuestras labores».
Las relaciones entre Madero y Flores Magón posteriormente se deterioraron, pero aun con las fuertes acusaciones intercambiadas siempre lucharon y supieron, como pocos, que era posible derrocar el régimen dictatorial de Porfirio Díaz, indicó el mandatario.
Madero actuó en 1905 como presidente del Club Democrático Benito Juárez, en Coahuila, contra la reelección del gobernador Miguel Cárdenas. Después de los comicios fraudulentos publicó un manifiesto a la nación, en el que denunciaba que la soberanía de Coahuila era un mito y llamó a no claudicar ante la imposición antidemocrática.
En la segunda mitad de 1908, Madero se ocupó de escribir, en San Pedro de las Colonias, Coahuila, su libro La sucesión presidencial en 1910, cuyo subtítulo es El Partido Nacional Democrático, que aparece en diciembre de ese año. Se trata, según el historiador Daniel Cosío Villegas, del mejor análisis crítico del régimen porfirista.
Sin embargo, intelectuales de la época y algunos de la actualidad le escatiman su valor literario y científico. «Unos por negarse a reconocer en Madero a un hombre de ideas, otros por no entender que una cosa es el análisis académico de la realidad y otra muy distinta es el oficio del político que quiere hacer historia y debe, al mismo tiempo, ser claro y mantener el equilibrio entre eficacia y principios».
El contenido del texto de Madero, puntualizó el presidente López Obrador en ¡Gracias!, es de primer orden. «Repasa los males de la nación, cuestiona las injustas guerras de Tomóchic y valle del Yaqui; sostiene que las huelgas de Cananea y Río Blanco tuvieron su origen porque Porfirio Díaz recibía apoyo de los capitalistas; critica la falta de libertades, la política exterior, el estancamiento de la educación y de las actividades agrícolas, mineras e industriales, y el mal manejo de la hacienda pública».
Luego de posicionarse como líder del movimiento antirreeleccionista, Francisco I. Madero planteó el principio de no traición a fin de conseguir el propósito central de derrocar al régimen durante la primera etapa del proceso revolucionario en México.
«Él podría tener, como a la postre se vio, la obstinación de creer que bastaba dar libertad al pueblo para que se resolvieran los grandes problemas nacionales, pero esta concepción en nada le resta el mérito de haber sido un hombre honesto y de firmes convicciones democráticas, capaz de resistir las tentaciones de poder».
“Madero cayó del cielo. Era el dirigente que se necesitaba para acabar con el régimen autoritario y dictatorial de Porfirio Díaz”, mencionó al explicar la importancia de impulsar la libertad junto con la justicia social.
Entre las características de Madero, se encontraban ser vegetariano, homeópata, abstemio, espiritista, lleno de determinación, aplomo y gran vocación democrática, abundó ante representantes de medios de comunicación.
El 15 de abril de 1910, en la convención del Partido Antirreeleccionista, 200 delegados de todo el país eligieron de manera democrática a Francisco I. Madero como candidato a la Presidencia de la República y a Francisco Vázquez Gómez a la vicepresidencia.
Poco después, de manera peyorativa, el abuelo de Madero, don Evaristo, se disculpó con Porfirio Díaz porque a su nieto Francisco se le había metido en la cabeza involucrarse en la alta política, «aconsejado por los espíritus —pues es espiritista, con lo cual queda dicho todo—, causándonos a todos miles de molestias y contrariedades sin cuento».
“Este personaje incomprendido por propios y extraños se dispuso a desempeñar el papel de David que enfrentó a Goliat”, afirmó el mandatario.
Mañana, miércoles 13 de marzo, dará continuidad a la semblanza de Francisco I. Madero, quien derrocó a Porfirio Díaz a partir del ideal de la democracia.
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