La gratitud es una actitud transformadora que eleva el espíritu. En términos generales, las personas encuentran una mayor felicidad cuando cultivan el agradecimiento en sus corazones.
Andrea Casco
En una jornada dedicada a reconocer las maravillas de la vida, el 11 de enero se celebra el Día Internacional del Agradecimiento. Un recordatorio de las razones que tenemos para agradecer: la vida misma, el simple acto de respirar, la presencia de la familia y la maravilla de la naturaleza.
Pasados los días festivos y las reuniones, dicho día nos invita a retornar a la cotidianidad con una perspectiva de gratitud hacia lo que nos rodea y las experiencias que compartimos.
La gratitud es una actitud transformadora que eleva el espíritu. En términos generales, las personas encuentran una mayor felicidad cuando cultivan el agradecimiento en sus corazones.
Sentir gratitud libera de amarguras, rencores y mal genio, al crear un espacio para la paz interior y la conexión con los demás.
Los expertos distinguen dos formas de gratitud: la condicional, asociada a sentirse bien cuando las cosas salen como se espera; y la incondicional, una actitud y hábito de vida que nos permite sentirnos bien sin necesidad de eventos especiales, es decir, estar agradecidos por todo y por nada a la vez.
Esta última, al no depender de circunstancias externas, se erige como la precursora de la felicidad y el éxito personal en la vida. En este Día Internacional del Agradecimiento, reflexionemos sobre la importancia de incorporar la gratitud en nuestra cotidianidad, celebrando la dicha que reside en reconocer y valorar lo que tenemos.
